Café Casa Madre: Comunidad y hacer los sueños realidad

Andrea Torres: Repostera, empresaria y soñadora.

Fotos cortesía de Café Casa Madre

Todo empezó durante la pandemia, con un montón de tiempo de ocio. Yo estaba estudiando en la universidad una carrera que no me encantaba. En ese tiempo empecé a hacer postres para mi familia. Me gustó mucho, le seguí con las galletas y un día me pidieron un pastel. Yo muy decidida les dije “si se los hago.” Recuerdo que el pastel estaba todo chueco, o sea, casi casi se estaba cayendo, pero yo lo veía hermoso. Recuerdo que dije “de aquí soy.” Me encantaba hornear y empecé a vender pasteles.

Y no sabía en realidad, pero a todo mundo le decía que sí.

Yo investigaba en YouTube cómo hago este pastel, como hago aquel otro, y poco a poco fui mejorando hasta que hice pasteles de bodas. Y aprendiendo todo empíricamente. Después tomé un curso pequeño y así es este tema de los pasteles.

Al poco tiempo ya tenía mis clientes pero quería aprender más. Me voy a trabajar a Estados Unidos en una panadería que se llama Izola Bakery. Panadería y repostería es muy diferente. La panadería es otra cosa. Entonces ahí fue empezar desde cero. También con el idioma fue un reto porque no hablaba bien inglés. Ya saben, lo básico: “Hello” y “How are you?” y eso era todo.

Trabajé ahí 2 años. Estuve ahorrando durante todo ese tiempo porque mi objetivo era abrir mi propio café. Cuando era niña mi mamá solía darme mi tacita de café por la mañana y platicábamos. Era nuestro momento especial con el café, y eso me encantaba. Desde pequeña, siempre quise tener mi propio café y atender a la gente.

El dueño de Izola también tiene una historia peculiar. El tenía un estudio de fotografía y ahí mismo hizo la panadería. La verdad aprendí muchísimo de él. Siempre nos decía que hay una historia detrás de todo. No sólo estás vendiendo café sino es la historia y la experiencia. Y fue lo que hice con mi café: conté mi historia.

Y como que todas las cosas se fueron acomodando en el universo.

En aquel tiempo Izola no tenía el público que tienen ahora. Empecé con ellos casi casi desde el principio y crecí junto con ellos. Seguí ahorrando con el objetivo de hacer algo más. Quería hacer algo significativo y cuando tuve suficiente dinero, decidí buscar un lugar.

Encontré algunos lugares, pero por casualidad mi mamá, que tenía su propia oficina, ya manejaba todas sus transacciones en línea así que no necesitaba el espacio. Platiqué con ella y me cedió el local.

Con el dinero que tenía contraté a una arquitecta y comencé a planificar mi café.

Pronto me di cuenta de que había mucho más que aprender sobre el café. Tomar café de una cafetera en casa es una cosa, pero abrir un negocio es completamente diferente. Tuve que investigar proveedores, aprender sobre granos de café, conocer a mi mercado y muchas otras cosas. Fue un descubrimiento completamente nuevo para mí.

Me gusta tanto el café como la repostería, así que decidí incluir mis postres en mi negocio. También soy aficionada a la cerámica, así que decidí decorar mi café con cerámica hecha a mano. Empecé a trabajar en proyecto mientras seguía trabajando en mi empleo regular por aquello del presupuesto.

Fueron cinco meses de planificación y construcción. Disfruté mucho esta parte del proceso, el diseño de interiores y la decoración. Me encantó que las paredes no fueran uniformes y que todo tuviera un aspecto orgánico.

 Lo más desafiante vino después de abrir. Comencé a publicar en las redes sociales y la gente empezó a venir incluso antes de que estuviera oficialmente abierto. Como ya tenia la maquina, pues les hacía su cafecito y platicaba con la gente. Gracias a Dios, cuando finalmente abrí, ya tenía clientela. Atendía desde las 6 de la mañana hasta las 9 de la noche, y aparte tenia que hacer los postres para el dia siguiente, había ocasiones en las que solo dormía 3 horas.

Al principio era una locura. Hablar con la gente, calcular los proveedores, ir a la tiendita de la esquina mil veces, cargar galones de leche; así era mi ejercicio diario. Los vecinos solo me veían correr a la tienda, comprando leche, hielo… fue una etapa horrible. Esa parte fue muy difícil y no le veía lo bonito.

Me di cuenta de que necesitaba contratar más personas. Empecé con uno por la tarde, luego otro para la mañana, luego uno más para la tarde y así sucesivamente. Necesitaba ayuda con los postres, y también tenía que tener personas para cubrir los días de descanso. Gracias a Dios, estos son problemas que uno quiere tener en su negocio. Son problemas buenos. Ya con el tiempo aprendí a organizarme mejor.

En casa Madre hemos creado una comunidad muy bonita y creo que esto es gracias al servicio que ofrecemos. Queremos que nuestros clientes se sientan como en casa. Ofrecemos un trato cálido y amigable, y escuchamos a nuestros clientes. Valoramos mucho su opinión. La comunidad se ha formado poco a poco. Algunos clientes vienen a la misma hora todos los días, se hacen amigos aquí y hasta hacen posadas juntos. A la gente le gusta sentirse parte de algo, y eso es lo que ofrecemos.

Mi proveedor, Adrián, ha sido de gran ayuda para mí. Siempre está dispuesto a responder cualquier pregunta y me ha enseñado muchísimo. Su servicio al cliente es excepcional siempre - un 10 de 10. He tomado cursos con él, desde lo más básico sobre el café hasta detalles avanzados como los orígenes de los granos, los tipos y todo el proceso del trabajo en el café, desde cómo cremar la leche y calibrar el espresso. Ha sido una experiencia de aprendizaje completa.

Al principio, tenía la idea de tener mi propia marca de café diferente, pero luego opté por cambiarlo. Elegí café de Veracruz y Oaxaca. Me gusta mucho el café de Oaxaca, especialmente de la Sierra de Juárez. Es un café que se adapta muy bien con la leche de vainilla, que es lo que más vendemos.

Ahora estamos enfocados en estandarizar procesos, algo muy importante para poder crecer. También estamos introduciendo nuestros postres en otras cafeterías y trabajando en la apertura de una panadería. Además, estamos planeando abrir otra sucursal de Casa Madre. El tiempo pasa volando, estamos en enero y ya tienes que planear lo de Febrero y así sucesivamente. Debemos planearlo todo con anticipación.

Siento que nuestra generación es más emprendedora. Antes, nos enfocábamos más en la educación y en conseguir un trabajo, porque eso es lo que nos enseñaban. Pero las cosas han cambiado. La mentalidad es diferente. No necesitas necesariamente un título universitario para emprender algo. Puedes demostrar tus habilidades y emprender tu propio camino.

En mi caso, (y no es algo que necesariamente recomiendo) no terminé la universidad, pero he demostrado que puedo hacer cosas que me apasionan. Sí, es un reto, pero también es gratificante. Mi consejo sería que siempre se puede encontrar una forma de hacerlo. Sé que todos venimos de contextos diferentes, pero si tienes la pasión y la determinación, no hay impedimentos.

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